viernes, 24 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI


En la escuela, a los niños se les explica el ciclo del agua, para que aprendan que normalmente se encuentra en estado líquido pero que, a cierta temperatura, se evapora y forma las nubes hasta el momento en que vuelve a precipitarse en forma de lluvia. Cuando son más grandes, aprenden que una molécula de agua está formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, así como sus propiedades físicas y químicas. Estas reflexiones son muy importantes y encuentran numerosas aplicaciones prácticas en la vida. Pero si una persona tiene sed, no le sirve que le hablen de la composición del agua o de la temperatura de ebullición. Lo que necesita es un vaso de agua limpia para poder beber.



Todos estamos hambrientos y sedientos de felicidad. Las reflexiones de la teología son todas importantes y útiles para muchas cosas. Pero la persona hambrienta y sedienta de vida eterna lo que necesita es comer y beber a Dios. Lo dice san Juan de la Cruz que, hablando con Cristo, le dice que todos los que le hablan de Él le despiertan los deseos de amarle, pero lo que de verdad él busca es el encuentro con su amado:



¡Ay, quién podrá sanarme!

Acaba de entregarte ya de vero.

No quieras enviarme

de hoy más ya mensajero,

que no saben decirme lo que quiero.



Y todos cuantos vagan,

de ti me van mil gracias refiriendo,

y todos más me llagan,

y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.



Para sanar nuestra herida de amor, para responder a nuestros deseos de vida eterna, a nuestra hambre y sed de felicidad, Jesús nos ha dado su Cuerpo como alimento y su Sangre como bebida. Esto es lo que celebramos en la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo.

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